Por Edgardo Solano
Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medida, los integrantes de este grupo pionero de rock argentino, se reunieron por única vez y se abre el interrogante sobre sí darán una nueva oportunidad.
A pesar de los distanciamientos personales y de las diferencias públicas entre los integrantes, Manal volvió al menos por una única y exclusiva vez, para desempolvar sus viejos clásicos de fines de la década del ’60 y principios de los ’70, cuando el rock argentino comenzaba a dar sus primeros pasos firmes.
Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medina se autoconvocaron el primero de octubre en La Roca, la sala que Corcho Rodríguez tiene en la localidad Florida Oeste, para pasarles el plumero a sus viejos clásicos, como «Doña Laura», «Avellaneda Blues», «Jugo de Tomate», «Una casa con diez pinos», «Soy el sol» y «Necesito un amor», entre otros
Este revival tuvo un riguroso perfil bajo y sólo pudo ser presenciado por un slecto grupo de afortunados y luego la noticia empezó a correr como un reguero de pólvora al difundirse videos e imágenes de este ansiado retorno por las redes sociales.
Aún no trascendió sí el trío se junto por esta única vez o si se darán una nueva oportunidad, si logran limar viejas asperezas, principalmente en entre Martínez y Gabis.
La banda surgió a fines de los ’60 bajo el curioso nombre de Ricota, en obvia referencia a Cream, el poderoso trío de Eric Clapton & Cía., para luego tomar la denominación definitiva que venía de la pregunta de “¿Cómo viene la mano?”.
De la tríada de bandas fundacionales del rock argentino, la propuesta de Manal era más dura, que el lirismo de Los Gatos, con Litto Nebbia al frente, y de Almendra, con la vuelo poético que tan precozmente mostraba Luis Alberto Spinetta.
Las letras, casi monopolizadas por Martínez, tenían ciertas pinceladas tangueras con referencias a paisajes urbanos como en “Avellaneda Blues” o “El blues de la amenaza nocturna”, con la referencia a las línea de colectivos 99 que, entre otros barrios, pasaba por Flores, la morada del baterista. También citan a algunas locaciones más distantes, como la quinta de Monte Grande dónde se situaba “Una casa con diez pinos”.
Mártínez contaba, y cuenta, con un vozarrón propio de la raza negra y su condición de primera voz no le hacía perder su destreza como baterista. Gabis es el mejor guitarrista del rock argentino (al menos para la mirada subjetiva del arriba firmante) y el único en saber combinar a la perfección la potencia del rock, el sentimiento del blues y la exquisitez del jazz. Medina es un bajista sólido y también prestó su voz en varios temas.
El grupo cometió la osadía de cantar blues en castellano, un género raramente escuchado en otra lengua que la inglesa, y abrió el camino que luego tomarían Memphis o la Mississippi.
Con dos disco editados, el trío se separó precozmente cuando arrancaban los ’70, en paralelo con las diásporas de Los Gatos y Almendra, cuando Martínez partió a Inglaterra. Regresaron en 1980, cuando Moris volvía al país y también meses después del retorno de Almendra.
Ese revival dejó un disco de estudios y otro en vivo y rápidamente volvieron a disgregarse. En los años siguientes tuvieron algunas fugases reuniones y luego de un “pacto de caballeros” cada uno podía usar el nombre del grupo, aunque sólo lo utilizó el baterista con el agregado de su nombre.
El Corcho Rodríguez, el productor del último disco de Pappo, fue el anfitrión de esta vuelta que aún no da incidios de que pueda plasmarse en una reunión formal para los jóvenes camadas de rockeros y bluseros que no pudieron verlos en vivo.