«Trece modos de mirar a un niño», lo nuevo de María Teresa Andruetto

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El flamante libro de la escritora cordobesa está basado en la serie «Trece modos de contemplar un mirlo» del escritor estadounidense Wallace Stevens.

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El nuevo libro de María Teresa Andruetto «Trece modos de mirar a un niño», basado en la serie «Trece modos de contemplar un mirlo» del escritor norteamericano Wallace Stevens muestra su particular visión del mundo de un niño comparado con el de un pájaro.

«I:’Entre montañas nevadas se movían los ojos de un niño’. II: ‘Yo era de tres opiniones como una mujer sobre la que apoyan sus brazos tres niños’, y III: ‘Giraba el niño en el aire, era la pequeña parte de un cuento’, es la forma en la que comienza la historia la escritora cordobesa.

De esta forma, entre paisajes y sentimiento -bajo el texto adaptado por Moisés Ladrón de Guevara-, el libro editado por la editorial Comunicarte cuenta con ilustraciones de Cecilia Afonso Esteves, quien recrea a través de sus colores terracota, cielos y montes, imágenes despejadas y apacibles que combinan con la prosa de Andruetto.

«Me gusta inventar historias, imaginar escenas, poner palabras a lo que siento. Escribí ‘Trece modos…’ en homenaje a un poema que me acompaña siempre», afirma la autora en su texto.

María Teresa Andruetto nació el 26 de enero de 1954 en Arroyo Cabral, hija de un partisano piamontés que llegó a Argentina en 1948 y de una descendiente de piamonteses afincados en la llanura. Se crió en Oliva, en el corazón de la Córdoba cerealera, un pueblo marcado por la existencia de un asilo de enfermos mentales que, en tiempos de su infancia, era considerado el más grande de América del Sur.

En los años setenta estudió Letras en la Universidad Nacional de Córdoba. Después de una breve estancia en la Patagonia y de años de exilio interno, al finalizar la dictadura trabajó en un centro especializado en lectura y literatura destinada a niños y jóvenes.

Formó parte de numerosos planes de lectura de Argentina municipales, provinciales y nacionales, así como de equipos de capacitación a docentes en lectura y escritura creativa, acompañó procesos de escritura con niños, adolescentes, jóvenes en riesgo social y adultos en programas oficiales e instituciones privadas, dentro y fuera de la institución escolar, y ejerció la docencia en los niveles medio y terciario. Coordinó ateneos de discusión y colecciones de libros para niños y jóvenes.

En 1992 su novela Tama obtuvo el Premio Municipal Luis de Tejeda y a partir de esa circunstancia comenzó a publicar la escritura que tenía acumulada.

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