Por Edgardo Solano
Se cumplen dos décadas de la muerte del “Maestro”, quien estuvo al frente de una de las orquestas más importantes de la historia del tango.
Hace dos décadas, un 25 de julio de 1995, fallecía en Buenos Aires el Maestro Osvaldo Pugliese, quien comandó por décadas una de las orquestas típicas emblemáticas de la historia del tango y que también fue admirado por fuera de su labor artística, que lo llevó al extremo de ser el talismán de la buena suerte entre los músicos.
Nacido en el barrio Villa Crespo, tuvo como primer instrumento al violín, para dejarlo rápidamente por el piano, el amor de toda su vida. Comenzó su carrera profesional tempranamente, con sólo 15 años, y fue subiendo peldaños para convertirse en un consagrado pianista, director y compositor.
Además, se lo considera en el ambiente tanguero uno de los mayores estilistas que haya tenido la música ciudadana, por su riqueza tanto en el aspecto técnico como por su facilidad para elaborar una amplia gama de matices y variaciones emocionales, sobre todo cuando tocaba el piano.
Dio sus primeros pasos firmes con su maestro Ángel D´Agostino, pero quien lo perfeccionó y ascendió a otro nivel fue Vincenzo Scaramuzza. En 1926 se integró a la orquesta de Roberto Firpo. A los pocos meses, al año siguiente fue convocado al sexteto de Pedro Maffia, que también dejó al poco tiempo para formar parte del sexteto de Vardaro, con grandes artistas como Aníbal Troilo y Alfredo Gobbi.
Entre 1934 y 1936, actuó con las orquestas de Pedro Laurenz y Miguel Caló. Fue recién para 1939 cuando, ya consagrado, formó su orquesta propia en el Café Nacional de Buenos Aires y en 1943 grabó su primer disco.
En la década de 1940 también se lució como compositor, con tangos como “Negracha”, de 1942 y “Malandraca” de 1948. En esos años, Pugliese rompió con lo tradicional al adoptar un esquema de dos compases que desarrollaba a partir de un contrapunto, siendo un pionero en este acento rítmico.
En el año 1960 dio una espectacular gira por la Unión Soviética y China y, cinco años más tarde, realizó otro periplo por Japón. Al margen de esas giras, Pugliese actuó en escenarios de todo el mundo durante más de 70 años y para su cumpleaños número ochenta recibió un justiciero homenaje en el Teatro Colón de Buenos Aires.
Por su orquesta pasaron cantores como Roberto Chanel, Alberto Morán, Jorge Vidal, Jorge Maciel, Miguel Montero, Alfredo Belusi, Adrián Guida y Abel Córdoba; este último se mantuvo durante 30 años en la orquesta del Maestro.
De esta lista de cantantes, sobresale Morán, quien es uno de los preferidos de los “barra” de Pugliese y también uno de los más cautivó al público femenino. También Adrián Guida, un joven cantor que falleció a una tempranísima edad cuando ya había dejado se ser una promesa para ser una realidad. «Cantaba en mi casa y de pronto aparecí al lado de Pugliese», dijo en una oportunidad Guida sorprendido por el lugar que ocupaba.
Además, por su orquesta pasaron un tendal de músicos que luego tendrían sus propias formaciones y una carrera como solista, como Rodolfo Mederos y Roberto Álvarez.
Admirado y reconocido por sus colegas, inclusive los que no pertenecieron al mundo del tango, Pugliese mantuvo unas férreas convicciones, al punto de que en 1935 impulsó el Sindicato Argentino de Músicos del que fue el afiliado número 5.
Estos ideales generaron que fuera perseguido políticamente y censurado y encarcelado durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Durante sus detenciones, su orquesta no dejó de tocar, aunque huérfana de su director. Además, en su orquesta todos los músicos cobraban por igual, inclusive el propio Pugliese.
Además, el «Maestro» se transformó en un talismán protector de músicos de todos los estilos y su nombre se repite tres veces cuando se quiere invocar a la buena suerte. Este mito urbano llevo a que se hagan estampitas con la imagen de «San Pugliese». Su figura también se ganó la simpatía y la admiración de la nuevas generaciones y su legado se puede encontrar en nuevas orquestas que basan sus estilo en línea estilística pugliesiana.