Por Edgardo Solano
El director volvió a Estados Unidos en Blue Jasmine para rodar por primera vez en la costa oeste la crisis de una millonaria en ruinas con “elementos de una tragedia griega”. “Yo trabajo, soy un trabajador, como mi padre”, asegura.
“Todo el mundo siente que hay zonas en las que se siente inseguro, yo cometí fallos en mis creaciones, no pienso en mí como en una leyenda”, dispara Woody Allen entre la autocrítica y la modestia. El director acaba de volver, cinematográficamente hablando, a Estados Unidos con Blue Jasmine, luego de recorrer escenarios naturales europeos para las locaciones de sus últimas películas.
Mientras los críticos dividen aguas al considerar que a su último film como el mejor en décadas y, desde la otra vereda, al sostener que esta obra no estará entre las más destacadas de su filmografía, Woody pone las cosas en su lugar. “Bueno ¿sabes qué pasa? Cuándo terminas una película, cuando está acabada, ¿qué otra cosa se puede hacer? Yo trabajo, soy un trabajador, como mi padre”, sostiene.
En Blue Jasmine el director narra la historia de una millonaria caída en desgracia echando mano al humor, la sátira, la ironía, el amor, la soledad, el matrimonio, la muerte y todo esto fluye entre la comedia, el drama y la farsa.
El proceso psicológico que sufre Jasmine (Cate Blanchett) es el natural de una persona cualquiera que pasa del todo a la nada, del lujo a casi la pobreza y de la abundancia a la necesidad en un abrir y cerrar de ojos.
“En muchas ocasiones, leo algo en el periódico o veo una noticia o como en este caso, mi mujer me cuenta una historia que a su vez le han contado, y automáticamente se me ocurre… Me pareció que podía ser una especie de drama, sobre esta pobre mujer que pasa por esta situación, y que podía tener todos los elementos de una tragedia griega ¿no? Una heroína griega que tiene potencial pero que se hunde en sus propias debilidades y fallos, y bueno, trabajé en ello”, contó en una entrevista reciente sobre la fuente de inspiración para su última película.
Las calles de San Francisco
El director neoyorquino salió de la Gran manzana y trasladó la acción de Manhattan a San Francisco. “La verdad es que podía haber tenido a Cate Blanchett trasladándose a casa de su hermana en cualquier lugar, en Texas, en Colorado, en Alabama, en cualquier sitio… Pero pensé: sea donde sea que ubicase a su hermana voy a tener que vivir allí por un tiempo, y no quiero vivir en un sitio en el que después de una semana no me guste nada, y pensé si podría vivir en San Francisco un tiempo”, explicó sobre su primera película en esa ciudad de la costa oeste.
Woody podría vivir de sus pergaminos, pero opta por revalidarlos con nuevas creaciones y tiene sus motivos para no cesar en rodar una película por año. “Para distraerme, la vida es muy cruel, muy difícil, muy dura, y por eso trabajo, y así puedo estar todo el año, fuera de la vida real, pasando el tiempo con personajes de ficción, no sé, gente que es guapa, encantadora, talentosa, trabajo con vestuarios, música y me da la oportunidad de evitar las dificultades de la vida, la mayor parte al menos, mi visión de la vida es efectivamente muy pesimista y esta es una de las razones por las que trabajo tanto”, reflexiona.
Con Cate Blanchett es otra cosa
Para que Blue Jasmine roce la genialidad, también es necesaria la interpretación de Cate Blanchett y así lo piensa también Woody Allen, que admite que fue la primera actriz que le vino a la mente para encarnar el papel y se sintió muy feliz al saber que estaba disponible.
“Hace muchos años, cuando vio la película El talento de Mr. Rippley, pregunté: ‘¿Quién es esta chica, quién es esta mujer? Es una actriz que se llama Cate Blanchett, no es muy conocida’… A mí eso me daba igual y pensé que era muy buena, así que empecé a ver sus películas. La seguí durante años y es una actriz excelente. Pensé para mis adentros que hay pocas personas con las que me gustaría trabajar en mi vida, pero Cate Blanchett es claramente una de ellas”.
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