La “Dama de hierro”, el símbolo indiscutible de París desde que inauguró la Exposición Universal de 1889, se encuentra enfrascada en un proceso de remodelación que determinó un cumpleaños sin festejos.
La Torre Eiffel, símbolo indiscutible de París desde que inauguró la Exposición Universal de 1889, cumple su 125 aniversario enfrascada en un proceso de remodelación que determinó un cumpleaños sin celebraciones y que no le devolverá hasta después del verano su aspecto de antaño.
Las reformas, que comenzaron en 2008 y mantienen fuera de servicio dos de sus tres ascensores, son el motivo principal de que la sociedad que explota y gestiona el monumento, SETE, esgrime para justificar una efeméride sin conmemoraciones.
La puesta a punto de la “Dama de hierro”, como se conoce a esta estructura de 330 metros de altura, terminará “en torno a septiembre u octubre”, y será entonces cuando, según informó una portavoz de la sociedad a la agencia de noticias EFE, lleguen los festejos.
Aunque la restauración es la causa principal de que este año no haya celebraciones, hay una segunda razón: “Ya festejamos su 120 aniversario y no podemos permitirnos un homenaje anual”, señaló la misma fuente.
Detrás de esta remodelación, explican, late la necesidad de “modernizar” el monumento, en especial su primera planta que pese a ser la más grande de las tres, con 5.000 metros cuadrados, es la que menos turistas congrega.
En busca de ese toque que haga el primer nivel de la torre más atractivo, gran parte de su suelo -situado a 54 metros de altura- se convertirá en una plataforma de cristal que dará al visitante la “sensación de estar flotando”.
El arquitecto argelino Alain Moatti, padre de la idea, tiene previsto además rodear la superficie con paneles inclinados, también transparentes, para incrementar la sensación de estar suspendido sobre la urbe.
Con el nuevo dispositivo, Moatti cuenta con mostrar de cerca las estructuras de sujeción de la torre, hasta ahora ocultas.
La torre fue inaugurada el 31 de marzo de 1889 a las 13.30 hora local, cuando Eiffel remontó los 1.710 escalones que separan el suelo del tercer piso e izó desde allá la bandera de Francia.
El arquitecto (1832-1923) la concibió como una atracción provisional para la Exposición Universal que debía ser destruida 20 años más tarde, pero la antena de radio colocada por la Armada Francesa en su punto más alto la salvó de ser desmontada.
Formada por 18.038 piezas metálicas, ensambladas con dos millones y medio de tornillos, sus 10.100 toneladas de hierro soportan además el peso de las capas de pintura anteriores, que se calcula en unas 250 toneladas.
Ubicada a los pies del Sena y a un extremo del Campo de Marte, la torre ofrece una vista excepcional que disfrutan una media de 7 millones de turistas al año, lo que la coloca como el cuarto enclave cultural más visitado de la ciudad, por detrás de la catedral de Notre-Dame, la Basílica del Sacré Coeur y el Museo del Louvre.