Por Edgardo Solano
La obra está ambientada en un taller mecánico real, donde cuatro mujeres deben surfear el duro momento económico y también convivir con los conflictos que surgen en ese ámbito laboral.
En una taller mecánico de Palermo, que funciona como escenario y como auditorio, se estrena de temporada de “Mécánicas”, de Celina Rozenwurcel, donde cuatro mujeres deben surfear el duro momento por el que pasa el taller y también convivir con los conflictos que surgen en ese ámbito laboral. La puesta saldrá a escena durante los domingo de abril a las 19 y para reservas y conocer la dirección exacta, se puede contactar por mail a mecanicasteatro@gmail.com
“Siempre me parecieron muy interesantes los ámbitos laborales como disparadores de conflictos, tienen mucho texto y mucha gestualidad. Ahí se cruza el personaje que uno construye en el trabajo con las otras problemáticas que uno tiene, te terminas transformando en Superman”, le comenta la dramaturga a la Crónicas y versiones sobre la vida paralela que se puede desarrollar dentro y fuera del trabajo.
El taller mecánico está pasando por su momento más crítico y se encuentra al filo de la ruina. Por ahí desfilan clientes desconfiados, proveedores boicoteadores, repuestos que nunca llegan y una deuda que no para de incrementarse. En este panorama sombrío, tan inesperada como fortuita, aparecerá la salvación, que puede tener un precio demasiado alto por la “ayuda riesgosa” que recibieron.
La obra cuenta con la dirección de Federico Buso y el elenco lo completa propia dramaturga junto a Mariana Cavilli, Laila Duschatzky y Marcela Peidro. También forma parte del staff Jam Monti en vestuario, Santiago Badillo a cargo de la iluminación, Walter Jakob en el asesoramiento dramatúrgico, y los asistentes de dirección Agustín Daulte y Nicolás Oviedo.
“Me pareció interesante el universo que podía generar el trabajo femenino en un ambiente que es casi excluyente para ellas, un taller es un espacio muy potente. La problemática que ellas tiene podría ser menos hostil por una cuestión de género, si fueran hombres no tendrían los mismos problemas con los proveedores, por ejemplo”, agrega la autora sobre el ámbito donde se desarrolla la obra en que las mujeres suelen sólo aparecer en los pósters que decoran las paredes.
La autora en “En sueño del tonto” se metió en los conflictos laborales, pero en otro espacio. “Esa obra transcurría en una oficina, que es un espacio más recreable en un escenario para generar veracidad, un taller es mucho más difícil y hasta va en contra de una forma femenina. Que sea en un espacio no convencional no anula la dramaturgia”, cierra.