Por Edgardo Solano
Lejos de abandonar su marcha, el chico que tocaba gratis en los pubs londinenses a principios delos ’60 llega a esta edad luego de finalizar una nueva gira con los Rolling Stones.
En plena vigencia y sin el retiro de los escenarios en su agenda, Mick Jagger llega a los 75 años al frente de los Rolling Stones, recién desembarcado de una nueva gira de la banda británica, que seguramente no será la última.
Nacido como Michael Philip Jagger en Dartford, Kent, 26 de julio de 1943, hijo de Basil Joseph, un profesor de Educación física de origen eslavo, y de Eva Scutt, una ama de casa australiana. Lejos de seguir la profesión de su padre, comenzó a mostrar su histrionismo desde su más tierna edad.
«Siempre canté de niño. Yo era uno de esos niños a los que les gustaba cantar. Algunos niños cantan en coros, otros prefieren presumir delante del espejo. Yo estaba en el coro de la iglesia y también me encantaba escuchar a los cantantes en la radio, en la televisión y en las películas», dijo en una oportunidad.
En septiembre de 1950, Keith Richards y Jagger fueron compañeros de clase en la Escuela Primaria de Wentworth en Dartford, aunque ese encuentro infantil no pasó a mayores.
Ambos siguieron su escolaridad en escuelas distintas hasta que un encuentro casual en la estación de Dartford en julio de 1960, ambos con discos debajo del brazo, sirvió para reanudar su amistad.
De inmediato, compartieron su pasión por el rock y el blues que llegaba desde el otro lado del Atlántico y comenzó a gestar lo que poco después sería la banda que puso patas para arriba el mundo en los ’60.
Jagger y Richards fueron una de las duplas compositivas más destacadas de la historia del rock, sólo por debajo del tándem de Lennon y McCartney, y el grupo pasó a las ligas mayores cuando fueron dejando de lado los cover para hacer sus propias canciones.
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Mick apenas se rompía con su rigidez física en las primeras presentaciones de los Stones, hasta que rápidamente de adueñó del escenario. Es vivo. supo jugar como nadie, escandalizando a algunos pacatos y luego haciendo de sus movimientos una marca registrada, al margen de sus labios de neumáticos.
Los Stones fueron parte de la “Invasión Británica”, es oleada de bandas inglesas que llegó a los Estados Unidos en los ´60, desbancando del éxito a los ídolos locales. El negocio hábilmente los posicionó como la contracara de Los Beatles, aunque esa rivalidad jamás existió entre los integrantes de ambas bandas.
”No toco sólo por la plata. Si no, no estaría con los Stones: cantaría como solista en un casino de Las Vegas y no dividiría mi dinero entre cinco”, dijo en referencia con su amor los Stones.
Con todos esos años en la ruta, que suman ya más de media centuria de rock & roll, Mick conserva una forma física más cercana de un atleta veterano que de un viejo rockero, a pesar las miles de arrugas que recorren su rostro. Incluso su voz no acusa un sinfín de golpes recibidos.
Bisabuelo y padre de ocho hijos, incluido un niño de menos de dos años, el líder de los Stones, al que los diario británicos apodan «Caderas de serpiente», cayó en los excesos propios de las estrellas de la música en las primeras décadas de su carrera, pero cambió de rumbo antes de que terminaran los ´90, preocupado tanto por su salud como por su imagen, que nunca evidenció romper su físico esmirriado y fibroso, heredado de su padre.
También supo ser noticia por sus entreveros amorosos, en especial en su juventud, y además en plena madurez ocupó las primeras planas por el suicidio de L’Wren Scott en 2014, que por entonces era su pareja.
El chico que tocaba gratis en los bares y pubs de Londres a principios de los ´60 y que vivió una agitada vida timoneando a los Rollings Stones, al margen de algunas aventuras en solitario y hasta de algunos papeles en cine, llega en gran forma a los 75.
Mientras tanto mantiene intacta la leyenda de que el tiempo no pasa para él al mismo ritmo que para el resto de los mortales.