“La fiebre”, de Mariana Chaud y con Julieta Zylberberg, regresa a escena

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La obra, que se puede ver en Nün Teatro Bar, se mete en la falta de amor que lleva a una mujer de la lucidez extrema a la locura.

“La fiebre”, una obra escrita y dirigida por Mariana Chaud y protagonizada por Julieta Zylberberg, que se mete en la falta de amor que lleva a una mujer de la lucidez extrema a la locura, regresa a escena los sábados a las 22,30  en Nün Teatro Bar, en Juan Ramirez de Velasco 419, en el barrio de Villa Crespo.

La pieza, acerca de la soledad y el aislamiento que llevan a la locura, narra la historia de una mujer en pleno brote, que vive y cuenta cómo suelta la idea de mantenerse sana, coherente y productiva.

“El texto de la obra nace como un diario en el cual se va proyectando la imaginación negativa. Una precaria cordura nos mantiene en pie y a salvo de la marginalidad. Apenas ‘desecualizando’ algunos niveles en aspectos como el trabajo, el amor, el beber, el dormir, la familia o la reflexión, todo se puede ir al diablo”, expresó la directora.

La protagonista y la directora se conocieron en “Magazine For Fai”, el recordado ciclo creado por Mex Urtizberea donde Julieta hizo su primer trabajo como actriz; allí Mariana fue asistente de guión.

Volvieron a cruzarse en el estudio de Nora Moseinco.  Años más tarde hicieron su primer trabajo juntas, «Tiempo para amar tiempo para morir», un proyecto que se presentó en el Goethe Institut. Desde entonces son amigas. «La fiebre» vuelve a reunirlas en torno a un proyecto escénico.

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Fiebre es una tortuga chiquita. Azucena es una mujer que se rehabilita en la casa de un tío hosco con la única compañía de Fiebre, con la cual conversa.

Azucena es la que se intoxica en un campo y trasgrede los límites de la extravagancia y la gracia, poniéndose agresiva y paranoica con sus amigos.

También es la que emprende una caminata desde Padua hasta la Estación de Once siguiendo el recorrido del tren, como un peregrinaje hacia la nada.

Azucena yace en la cama de un hospital y dialoga con su madre y con su hija sin poder establecer un vínculo amoroso con ninguna de ellas. De la lucidez extrema a la locura, nada puede salvarla de sí misma. La épica de la falta de amor.

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