Por Edgardo Solano
El álbum se editaba el 15 de enero de 1970 con “Muchacha” como hit y con una fusión de rock con aires de otros estilos junto con la pluma y la voz de Luis Alberto Spinetta. Es una obra que marcó un quiebre en la música popular argentina.
El primer disco de Almendra es una de las mejores obras de la historia del rock argentino y también ocupa ese lugar de privilegio en la frondosa discografía de Luis Alberto Spinetta, a partir de la riqueza compositiva e interpretativa de las nueve canciones que lo integran.
Este álbum, conocido como “El del payaso en la tapa”, se editaba el 15 de enero de 1970, hace medio siglo, y se transformó con el paso del tiempo en un clásico imperecedero, que siguió siendo admirado por las generaciones venideras e incluso por fueras de las fronteras del movimiento del rock argentino.
Esa obra tiene sus antecedentes en la casa de la familia Spinetta, en Arribeños 2853, en el límite entre los barrios de Belgrano y Núñez, donde toda la vida tenía música. Luis Santiago, el padre del Flaco, era cantante de tangos aficionado, que incluso llegó a grabar un simple, y se rastrean antecedentes artísticos en la familia de Julia Ramírez, su madre.
Desde su más tierna edad, el pequeño Luis Alberto era el animador de las fiestas familiares, lo que llevó a que lo inscriban en concursos de talentos emergentes, como en “La Escala Musical” por ejemplo.
En la secundaria, en el riguroso y religioso Colegio San Román, tenía de compañero de banco a Emilio del Guercio, ambos compartían su pasión por la música, la poseía y las artes plásticas. Con otro compañero del mismo colegio, Edelmiro Molinari, y con Rodolfo García, se fusionaron las bandas que tenían estos cuatro músicos y nació Almendra.
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Antes de llegar a su primer LP, el grupo se fue curtiendo en vivo y lanzaron una serie de simples, como «Tema de Pototo» y «El mundo entre tus manos»; «Hoy todo el hielo en la ciudad» y «Campos verdes»; y «Gabinetes espaciales» y «Final», en sus respectivas Lados A y B.
Que los simples tengan una buena respuesta de ventas garantizaba, a fines de los ’60, a llegar a grabar un LP, la Meca de cualquier grupo o solista emergente.
Almendra, mientras tanto, ensayaba diariamente en la casa de la familia Spinetta y fue grabando su primer opus a fuego lento durante buena parte de 1969, en tiempos de decisivos cambios políticos, sociales, tecnológicos y culturales.
El cuarteto iba más allá del beat de Los Gatos y del blues de Manal, coqueteando con otros géneros, donde se encuentran aires de jazz, de folklore y del tango, junto con Los Beatles y las lecturas de las obras de Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik.
El primer disco de Almendra tenía esos ingredientes más el aporte compositivo de Luis Alberto Spinetta, al margen de ser un notable guitarrista rítmico y sutil vocalista. Pero el grupo era más que el Flaco y también más que la suma de las partes.
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Los punteos de Edelmiro eran el componente más rockero, la batería de Rodolfo daba un sonido característico al grupo y Emilio compartía el lirismo de Luis, al margen de sus efectivas líneas de bajo.
Las nueve canciones del álbum estaban divididos conceptualmente en Lágrima (temas que están en el brillo de la lágrima de mil años que llora el hombre de la tapa), Ojo (temas que canta el hombre de la tapa desmayado en el vacío) y Flecha-sopapa (temas que les cantan los hombres a esa lágrima del hombre de la tapa, atados a sus destinos).
“Muchacha” es el gran clásico del disco, una balada acústica con aire a Los Beatles, una canción que luego fue parte de una publicidad televisiva de telas y que su propio autor llegó a quererla cada vez menos y hasta dejar de tocarla por largas temporadas, a pesar de la insistencia de algunos fans.
El álbum también tenía rock en “Ana no duerme”, dedicada solapadamente a Ana María, la hermana mayor de Luis Alberto, y en “Color Humano”, un extenso tema de Edelmiro, que con sus nueve minutos desafiaba el establecido límite de tres minutos.
El mundo de la infancia irrumpe con la preciosa “Plegaria para un niño dormido” y en “Fermín”, donde también se habla de la alienación y la locura.
Los aires porteños y urbanos emergen de la superficie con “Figuración” y, en especial, con “A estos hombres tristes”. El aporte compositivo de Emilio se suma en “Que el viento borró tus manos”, con reconocibles guiños al folklore.
En “Laura va” siguen rompiendo los moldes con los arreglos orquestales de Rodolfo Alchourron y el bandoneón de Rodolfo Mederos, que además fue la primera presencia de ese instrumento en el rock argentino.
La tapa es un dibujo del propio Spinetta que representa a una especie de payaso triste y sollozante, con una sopapa en la cabeza.
La discográfica RCA intentó desechar la ilustración de Luis Alberto, perdiéndolo intencionalmente, bajo la excusa de un extravío que no fue, con la intención de persuadir al grupo de salir posando en la portada.
Ante esto, el autor del retrato lo volvió a dibujar exigiendo que la portada se realizara según sus instrucciones. Se salió con la suya y los popes de la discográfica se resignaron ante la exigencia de joven artista, que aún no había cumplido 20 años y que logró una de las mejores tapas del rock argentino.
La crítica de los medios fue dispar, quizá porque ese disco estaba adelantado a su tiempo y en la vanguardia permanente en la que se alistó Spinetta. Algunas críticas venían por el cambio de acentuación, como en “Plegaríá”, y en detalles menores que hicieron que aumente la miopía de ciertos críticos ante un trabajo que marcó un quiebre en la música popular argentina.
El disco tuvo su merecido y justiciero reconocimiento del público de inmediato y además les dejó la vara demasiado alta a los integrantes de Almendra, que debutaron discográficamente con un obra que no tiene desperdicio alguno y ni el menor bache creativo.
El primer opus de Almendra también fue una fuente de inspiración para un tendal de músicos de aquella generación, como en Charly García, y de las venideras que encontraron una fusión de rock y otros estilos con una excelsa poesía cantada en castellano. Moderno y de vanguardia en 1970, sigue sonando fresco y actual y sorprendiendo medio siglo después en cada escucha.
Tema por tema
Muchacha: compuesto por Luis Alberto para Cristina Bustamente, su novia de entonces, y la homenajeada le pidió que cambie “senos” por “pechos” para que el tema suene a publicad de corpiños. El autor confesó que también se inspiró en «Mariposa de madera», de Miguel Abuelo.
Color humano: el único aporte compositivo de Edelmiro, donde el guitarrista despunta el vicio de solear en una larga zapada y también aportar una bella y escueta letra cantada por Luis Alberto.
Figuración: canción con aires urbanos y el aviso en su letra de que vas perder «la cabeza» e incluso «el amor». Pappo y «otros cirqueros» aportan su voz en un coro que parece venir de ultratumba.
Ana no duerme: cierra el Lado A del vinilo el tema más rockero y poderoso del disco, que demostró que el grupo también era portador de una buena dosis de potencia. La canción contó el aporte de Santiago Giacobbe en órgano.
Fermín: abre el Lado B una composición inspirada libremente en la figura de Carlitos, un niño con Síndrome de Down, vecino de los Spinetta, que sufría cierto maltrato de padres, incluso frente a propios y extraños. «Fermín se fue a la vida, no sé cuando vendrá», termina la letra.
A estos hombres tristes: el bajo de Emilio y los parches de Rodolfo comienzan marcando el pulso esta canción bien porteña, con aires de jazz que describe a la ciudad en crecimiento que amenaza con dejar en soledad a sus habitantes. Para muchos es el mejor tema del álbum, quizá tengan razón.
Que el viento borró tus manos: única canción de Emilio en el primer disco de Almendra, donde mostró sus dotes de compositor y de cantante. También aportó la flauta dulce que marca la melodía del tema.
Laura va: cierra el disco un tema que es mucho más que la posible versión argentina de «She’s Leaving Home», de Los Beatles. Con cierto aire de tango canción, Almendra se animó a meter un bandoneón para hacer añicos la absurda grieta entre el rock con el tango y otros estilos.